Una secuencia de coloridos alientos,
madrugadas que
inspiran psicodelias en las cimas del pigmento;
compasivos de floresta en los trapecios.
Sus numeraciones de emisoras de los trópicos utópicos.
Una contrarreloj de los espíritus de la arena.
Los paisajes tallados
de cada sentencia;
los virtuosos por las salas de relámpago .
El ajetreo de sus cabellos en nuestras cartas de aromas;
en tableros sembrados
de musicales destellos:
en los espacios de los limoneros…
poniendo a nuestros techos el pecho;
en nuestros paladares vigas de pan de amaneceres…
encendidos de cada querer en un reflejo de astros.
Derramados del consuelo de calles camufladas en sus licores
grises.